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La subversión sutil de Sara Mesa


Foto: Sonia Fraga

Anagrama publica "La familia", el nuevo libro narrativo de Sara Mesa, nuestra escritora más heroica, que se defiende exclusivamente a base de literatura y coherencia, sin recurrir a trucos ni oportunismos. Todo esto mientras se anuncia la versión cinematográfica de "Un amor", su novela anterior.


Andreu Navarra


Mi valoración de La familia es un poco paradójica, contradictoria incluso. Siendo menos técnica, menos acabada que Un amor, es una obra más lograda. Centrada en las microjaulas cotidianas que encorsetan la vida de una pequeña comunidad humana muy desventurada, es una obra saramesiana porque ha sabido maniobrar un poco fuera del mundo estricto saramesiano. Digámoslo así. Los giros de guión siguen siendo tan magistrales como en Cicatriz o Cara de pan, pero no tan espectaculares. Estamos ante una obra más cercana a una razón… martingaitiana, exploradora de penumbras. Sí: un realismo crítico. El fondo mismo del libro no deja de ser político, puesto que gira en torno a las imposturas e imposiciones de un Padre insoportable, de un Padre padre, que quizás sea la primera representación literaria exitosa de este subtipo humano tan extendido hoy que es el pasivo agresivo o falso progresista autoritario, lleno autoconmiseración, rencor, infelicidad y victimismo. ¡Son tan abundantes hoy los sacerdotes laicos que no paran de juzgar y cortar las alas de quienes los rodean: neovictorianos, lloricas, fascistones acomplejados que convierten sus neurosis en ideología…! En este sentido, Sara Mesa ha acertado en un sentido balzaciano, en una dirección de diagnóstico social.


Foto: Sonia Fraga

La relación con Silencio administrativo es evidente. La familia también habla de la hipocresía que rodea a los grandes titulares ideológicos de nuestro tiempo.

Desde luego, que exista Sara Mesa es una necesidad sociológica para nuestras letras. Pienso que estamos ya todos un poco hartos de operaciones falsarias, de oportunismos, de imposturas que venden humo o pura imagen, sin una trayectoria sólida detrás. Hay quien odiará a Sara Mesa por todo lo contrario: no hace aspavientos, no proclama revoluciones, no publica fotos suyas a destajo. Defiende su vida con dignidad, evita rebajarse con reclamos sonrojantes. No parece afectarle que traten de cancelarla cuando dice verdades como puños en sus entrevistas. Se vale de una media voz mucho más eficaz que el twit neovictoriano. Observa, escribe, publica, dice cosas desagradables con estilo aparentemente neutro, incluso dulce, y se abstiene de juzgar. No intenta ser buenrollera, no renuncia a su papel como escritora incómoda.


Cirujana de culpas y refugio de los instintos prohibidos, la autora desestima la cuaresma estilística para lograr un libro más sanote, más sonrosado. Se nos está volviendo cervantina y sonríe como el viejo erasmista. Lleno de pensamientos inteligentes, lleno de humanidad, un pelín más amable que las tres novelas anteriores, pero tampoco mucho, el libro se devora con limpidez y huele a libertad, a aire limpio. Estos cuadros que componen el friso de una pobre familia española no caen exactamente en el costumbrismo pero sí exploran un determinado modo de vivir, que huele a hule, a ropas de cama cutre, cortinas raídas y miseria disimulada. A falta de cultura y de perspectivas, a humanidad real. A verdad. La familia es un paso adelante, un hito más. Pero sin levantar la voz.



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