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Flecha sin blanco: la increíble historia de Miguel Pizarro. Entrevista a María Elizalde



María Elizalde publica "Miguel Pizarro Zambrano, la vida vivida y transformada en poesía" (Diputación de Málaga), la sorprendente biografía de un poeta de la generación del 27 que fue un amor fundamental en la vida de María Zambrano. Fundamental en lo humano y en lo intelectual.



Andreu Navarra



1.- ¿Quién era Miguel Pizarro, en síntesis? ¿Qué significa su vida? ¿Qué aportó a la cultura de su tiempo?


La síntesis de Miguel Pizarro la escribió su amigo García Lorca en un poema: Flecha sin blanco. En detalle, la Flecha sin blanco fue cambiando de rumbo: Pizarro fue un joven intelectual y enamoradizo en la Granada conservadora de la década de 1920, que se escapaba con su amigo a San Miguel Alto del Albayzín, que inventaba junto a su grupo el Rinconcillo los proto-putrefactos que Dalí, Buñuel y Lorca harían famosos, alumno brillante de la facultad de Filosofía y letras con sueños de dramaturgo o poeta; periodista cultural en el Diario el Sol de Ortega y Gasset, becario en el Centro de Estudios Históricos de Américo Castro. A partir de 1924 profesor de español en Osaka, Japón y más tarde agregado cultural de la embajada que llevaría por primera vez el flamenco, de la mano de la Argentina, a Tokio, pero también estudioso tenaz del sincretismo entre culturas, según sus cartas compartió tertulias con Shiga Naoya o Tanizaki Junichiro. Durante la Guerra civil española, junto a Fernando de los Ríos, se hizo cargo del consulado en San Francisco y fue probablemente el correo que viajó con el Guernica de Francia a EUA por petición de Picasso. Regresó a España, estuvo los últimos meses de la guerra con el gobierno en Figueres, fue de los que apagaron la luz antes de salir por la ruta de la Vajol y Agullana. Y al final fue un exiliado en Nueva York, profesor en la New School Social Research y en Brooklyn College: pasaba los días libres en el Jardín botánico de Brooklyn, en los Cloisters del norte de Manhattan, revisando las correcciones que Jorge Guillén le hacía de sus poesías y de su drama Noh "Auto de los despatriados". A los 59 años murió, no se sabe si de pena.

Así que escribir su biografía intelectual me obligó a investigar sobre el librepensamiento de la Andalucía de finales del XIX para entender a las familias Pizarro y Zambrano, sobre la Generación del 27, claro, pero también sobre el papel de los consulados y embajadas durante la II República y sobre todo la Guerra civil; tuve que adentrarme en la estética japonesa pero también en el pensamiento de Unamuno. En el exilio de EUA y los papeles que se repartieron desde Nueva York. Y por supuesto, conocer muy a fondo el propósito filosófico de María Zambrano para encontrar tantas similitudes en el pensamiento de ambos.


María Elizalde: "Tiene gracia que los supuestos expertos en la razón poética descuarticen el pensamiento de Zambrano."

2.- ¿Qué hubo entre Miguel Pizarro y María Zambrano? Y me perdonarás que sea tan cotilla…


Hubo un amor de los que sólo suceden en las tragedias áticas: primos hermanos por parte de madre -la madre de Miguel ya se llamaba María (Ángeles) Zambrano- y primos segundos por parte de padre -el padre de Miguel ya se llamaba Miguel Pizarro Zambrano- se reconocieron en plena a adolescencia: ella 13 y él 20. Decían los zambranianos que habían mantenido su amor en secreto seis años: seis años de viajes entre Segovia, Madrid y Granada, fugas, complicidades de los amigos, de los padres, de las hermanas… ¿qué secreto era si todo su entorno estaba al caso de la relación? En esos 6 años Miguel presentó a María a su grupo de amistades e intelectuales: Federico García Lorca, Emilio Prados, Rosa Chacel… pero también le leyó a Nietzsche y le explicó la mística árabe. Por algún motivo, en 1922 o 1923 Blas Zambrano, padre de María, prohibió la relación, muy probablemente porque en la familia había problemas de cosanguineidad. Como consecuencia de la prohibición, María estuvo un año enferma, Miguel aceptó la oferta de ser el primer profesor laico de español en Japón.

Una hipótesis de trabajo sería la necesidad de Pizarro de salir de España por cuestiones políticas, como algunos de sus compañeros de generación tuvieron que hacer. Nunca pude avanzar en esa línea por la falta de acceso a la documentación o su inexistencia, así que he mantenido su ruptura como algo romántico aunque desde luego no prohibido por el padre de Blas Zambrano, como tanto se habían empeñado en afirmar algunos zambranianos.

(Un inciso: recuerdo muchísimo un curso sobre Filosofía contemporánea, en el que el catedrático de turno habló de Heidegger fantásticamente bien, procurando no posicionarse frente al problema de su vínculo con el nazismo y centrándose en lo puramente metafísico. Cuando le llegó el turno a Hannah Arendt, la presentó de inicio como la amante de Heidegger. Yo le pregunté: ¿por qué no presentaste a Heidegger como el amante de Arendt? Eso me costó el odio perpetuo del catedrático.

Nunca lo he olvidado con Zambrano: hay un enfoque totalmente patriarcal, paternalista incluso, cuando los expertos hablan de su biografía, pero también de su filosofía. Tiene gracia que los supuestos expertos en la razón poética descuarticen el pensamiento de Zambrano, lo desmenucen y escojan qué es pertinente y qué no, al más puro estilo positivista. Por ejemplo, no interesa saber que las relaciones sentimentales básicamente iban más allá de lo puramente sentimental (pienso en Miguel Pizarro, pero también en Ramón Gaya y los experimentos que hacían con la pintura y la filosofía, en Pittaluga, o las estrechísimas relaciones de amistad con Miguel Hernández o Emilio Prados) pues ¿eso serán cosas de mujeres?; interesa mostrar su particular aproximación a las distintas místicas -por supuesto con elevada consideración a la mística española de San Juan de la Cruz- pero no interesa en absoluto dejar ver su curiosidad por las esoterias y otras formas de racionalidades. ¿Y cómo hacen para negar que en su biblioteca hay algunos tratados de lo más esotéricos, o como hacen para despreciar según qué cartas, según qué amistades como la que mantuvo con la etnógrafa Lydia Cabrera? Pues fácil, pretendiendo establecer la obra y el archivo canónicos sobre la filósofa que nos decía que la razón debía ampliarse a otras racionalidades… Imagino que las filósofas que trabajan en ella han tenido que prescindir de algunos detalles biográficos para no ser acusadas de chismosas. Pero al final de todo, si les preguntas a ellos qué es la razón poética te responden vaguedades: ellos poseen la autoridad sobre María Zambrano. Si no fuera tan ofensiva su actitud hasta me haría sonreír, si no tuviera vinculaciones directas con mi trabajo y con el de muchas otras estudiosas me parecería un juego de patio de colegio, pero no es así, es la construcción del canon.)


Miguel Pizarro quería escribir una tesis sobre Unamuno titulada “La vida vivida y transformada en poesía”.

Sea por lo que sea, lo cierto es que a cada regreso de él, retomaban la relación, se consideraban novios, se escribían, ella contaba ya de mayor que todo lo que aprendió del budismo se lo debía a él.

Finalmente decidieron casarse en 1935, hay documentos que lo prueban, pero ya para entonces algo se rompió. Y se casaron, pero con otros. Y la guerra los llevó a exilios distintos, pero se cruzan sus vidas una vez y otra hasta la muerte de Miguel en 1956. Lo dicho: una tragedia ática.

Isabel García Lorca decía: al pensar en María, salió Miguel. Ni en broma fue la levedad de relación que pretendieron durante muchos años los estudiosos de María Zambrano. Por suerte, encontré las pruebas documentales que sostienen la profundidad de su relación.


3.- ¿Qué papel jugaron en esta historia Ángel del Río y Jorge Guillén?


Si algo descubrí en la búsqueda de tantos epistolarios del exilio, es que las cartas se cruzaban a una velocidad y con una intensidad muy superiores a nuestro pretendido mundo tecnológico. De manera que tuve que imaginarme un mapa de cartas como aviones entre ciudades del exilio. Y están Ángel del Río y Jorge Guillén, pero también Juan Larrea, Gustavo Durán, Fernando de los Ríos, Fernández Montesinos, Paco García Lorca y muchísimos más. Y aparecen dialogando con Miguel, pero también con María.

También descubrí que a Jorge Guillén le debemos que se haya conservado gran parte de la obra en el exilio. Era una de sus obsesiones: cuidar de sus amigos, dar entidad para que el olvido no extendiera su manto negro. Guillén ayudó a Miguel a desbrozar su libro de poemas en sus últimos años, habían sido compañeros en el Diario el Sol, y compartían el exilio norteamericano. Guillén comunicó a María el fallecimiento de Miguel, encontré esas cartas inéditas María respondía a Guillén: “Y me imagino el bien inmenso que para él tiene que haber sido el tenerle a Ud como confidente poético en sus últimos años: Me conmueve y se lo agradezco a Ud. Cuando lo conocí yo era una niña y él, un joven brillante y lleno de calidades que yo admiraba, y él me llevó al mundo de la poesía y de la belleza. Mi padre me había llevado siempre por el camino de la Filosofía. Yo he buscado la unidad, la fuente escondida de donde salen las dos, pues a ninguna he podido renunciar.”


4.- ¿Hasta qué punto pudo influir el pensamiento literario japonés sobre la Razón Poética zambraniana?


La influencia está en las cartas que él le escribía con todo detalle: ¡era un gran cronista de sus viajes! Hay un trabajo que se debería hacer sobre esa influencia. En mi caso me fui a las influencias de Jung, de ahí he pasado a la influencia de la santería cubana y Lydia Cabrera en la razón poética.

Algunos han tratado del budismo en Zambrano. Es totalmente insuficiente, teniendo en cuenta ahora la experiencia estética de Pizarro en Japón y su influencia en Zambrano.


5.- ¿Qué encontraste en Estados Unidos?


En Estados Unidos encontré un lío de papeles alucinante que fui ordenando y creando en un archivo particular con entidad de unidad archivística. También encontré una maleta azul debajo de una cama llena de folios mecanografiados que fui ordenando hasta poder leer una tesis sin defender sobre Unamuno. Miguel Pizarro quería escribir una tesis sobre Unamuno titulada “La vida vivida y transformada en poesía”. Se la dirigían Tomás Navarro Tomás, Federico de Onís y Ángel del Río. Poco a poco lo fueron llevando hacia la filología y el uso del lenguaje en Unamuno. Finalmente Pizarro desistió, rompió relaciones con ellos y abandonó el proyecto de tesis que le hubiera hecho progresar como profesor -pasar de la Brooklyn College a Columbia University-. Rompió con la estupidez académica: si no podía escribir sobre la razón poética (que muchas muestras hay en sus cuadernos inéditos de estar trabajando en lo mismo que María Zambrano), no escribiría la tesis.

Finalmente encontré algunos epistolarios inéditos entre sus papeles, pero también en algunos archivos públicos.


"Maurer me llevó por el Madrid de García Lorca y de los del 27. No he conocido a nadie más sabio y más humilde."

6.- ¿Cómo empezaste a investigar a María Zambrano? ¿Cuándo supiste que habías encontrado tu tema?


Escribió Nietzsche que “todas las cosas que duran largo tiempo se van embebiendo de racionalidad hasta tal punto que parece imposible que hayan surgido de la irracionalidad”, y estoy totalmente de acuerdo con su afirmación. Yo leí Claros del bosque en un momento en que trabajaba como documentalista -de centros de documentación, no de documentales- y venía de trabajar en lugares aparentemente muy cultos pero dominados por las mismas sombras que cualquier organización laboral. Le pregunté a mi abuela si no había visitado a su prima María Zambrano cuando regresó del exilio, y me respondió que no y que la guerra... Y empezaron a hablar las mujeres de mi familia de las generaciones de la guerra y la dictadura. En el 2004, mi madre y mi abuela me pidieron que buscara a la hija de Miguel Pizarro, sobrina de mi abuela, pues Miguel era su hermano exiliado a quien nunca más volvió a ver. Seguro que con Internet la encuentras, me debieron decir. Francamente, no me costó nada encontrar una dirección de correo electrónico y enviar un email: de parte de tu tía Esperanza, escribí como Asunto. Águeda, así se llama, me contestó en pocas horas. Fue realmente emocionante, me di cuenta de la incidencia que todavía tiene la guerra en el presente. A la vez, me animé con la lectura de Filosofía y poesía, también de Zambrano, y me di cuenta de que me estaba perdiendo muchas referencias filosóficas, así que me matriculé de 1º de filosofía en la UB. Vino Águeda a Barcelona, entonces vivía en Nueva York, mi abuela le cantó con acento granadino una nana en japonés que recordaba desde que su hermano mayor, Miguel Pizarro, le cantaba cuando regresaba de vacaciones desde Osaka. Los hilos se tejían de nuevo, Agueda vivía entre Nueva York y el Valle del Cauca, Colombia, a los pocos años yo me iba a vivir a Bogotá… En fin, todas las casualidades que no lo son, la irracionalidad que hizo surgir una narrativa que requiere un principio causal pero que en realidad no lo tiene.

Todo esto me atrapó, la filosofía me abrió al pensar, reconocí muchos acentos familiares en los acentos de Zambrano, los giros, la sensibilidad, la mirada. Pero también la durísima crítica a veces no tan velada. Y de verdad, como ella, leía filosofía como el único lugar posible: “Leo filosofía, única cosa que no me es extraña, con una inmensa alegría, porque ella me da una salida luminosa al mundo, porque la amo como a aquello que durante mucho tiempo nos ha esperado perdonándonos todas las más aparentes que efectivas traiciones.” Eso le escribía Zambrano a Ortega y Gasset, pero de verdad sentía yo que la filosofía me daba una salida luminosa al mundo.

De hecho, cambié mi profesión, cambié el rumbo de mi vida, con mucho trabajo y sin apoyos de becas conseguí investigar y doctorarme en Madrid. Podría tratarse de encontrar un tema, pero no es solo eso, con Zambrano nunca puede ser solo un tema (y si lo es, no es Zambrano, será un sucedáneo, será un interés académico-económico pero no la razón poética).


7.- ¿Qué es lo más sorprendente, extraño o intenso que te ha sucedido mientras investigabas a Pizarro y a Zambrano?


Me han pasado muchísimas anécdotas, pero dos sucesos muy raros ocurrieron durante la investigación: el primero fue que estando en la Residencia de Estudiantes en Madrid, buscando información sobre el Rinconcillo, se me acercó un señor muy educado, y con acento americano me dijo: me han dicho que usted está buscando información sobre pizarrín. Venía en el vuelo leyendo un artículo de una tal María Elizalde que quizá le interese. Yo abrí los ojos como platos y dije: ¡soy yo! Sonrió, se presentó: Christopher Maurer. A partir de ese instante, Maurer me llevó por el Madrid de García Lorca y de los del 27. No he conocido a nadie más sabio y más humilde, no creo que nadie me haya enseñado tanto sobre el trabajo de investigar en archivos ni sobre Federico García Lorca.

Lo otro que no puedo explicar es que cada vez que afirmo con contundencia, a bombo y platillo, que ya abandono este campo, que es muy difícil, que no tengo ya nada que hacer y que vivir en el margen del conocimiento da libertad pero yo necesito dinero… vamos, todo el argumentario que cualquier investigador no exitoso ha manejado, entonces alguien me pide algo de Zambrano o de Pizarro. Y de nuevo no me puedo negar. En los últimos tiempos voy allegando a un lugar de la investigación que ya anuncié en la tesis. Y bueno, parecería que alguien mueve los hilos desde el más allá. Pero no hay más allá ni hilos ni nada.


8.- ¿Continuarás sumergida en el mundo los Zambrano y Pizarro? ¿Hay algo en sus vidas que continúe siendo un enigma?


Claro, pero, ¡no lo voy a contar!


9.- ¿Qué es María Zambrano para María Elizalde Frez?


Pues a veces es un ancla. A veces la he querido apartar, o aparcar. Y al poco tiempo algo me reclama, un correo, una entrevista, un capítulo para escribir, una llamada… Este pasado verano, una amiga psiquiatra me habló de que en cada generación algún miembro de la familia carga con la historia familiar, muchas veces sin querer: me sentí con ese peso sobre mí, vi la sombra del inconsciente familiar engulléndome, qué desagradable cargar con los traumas de las generaciones anteriores... Unos días más tarde estuve en Menorca, se dio la feliz coincidencia de que unos queridos amigos me invitaron a navegar con ellos. Ya en plena acción, echaron el ancla para bañarnos en mar abierto y así lo hicimos, pero en el momento de desanclar fue imposible, por más que él bajó con un cinturón de peso atado a la cintura -no sé nada de este vocabulario, así que lo cuento con vocabulario impreciso-, por más que movimos la cuerda, por más que recogimos y maniobramos, el ancla se negó a ser desprendida de entre las rocas del fondo. De manera que sólo pudimos cortar con una navaja el cabo. Me ofrecí a hacerlo, abrí la navaja y con mucha facilidad, zas, quedamos libres. Cortar esa cuerda fue una experiencia metafórica para mí, así lo dije y por supuesto me miraron como a la loca del lugar… Bien, yo he querido cortar el cabo con María y con Miguel. A veces la he cortado, pero no hay nada más fácil para terminar con las metáforas pretenciosamente trascendentales que lo que hizo mi amigo Domingo: comprar otra ancla para salir de nuevo a navegar. Parece que yo tengo cuenta abierta en la tienda de anclas de María Zambrano.


10.- ¿Qué le recomendarías a una joven investigadora española de hoy?


Hace unos años le hubiera dicho que escogiera muy bien su campo de investigación, realmente te tiene que apasionar para poder tirar adelante una investigación. Ahora más bien le diría que cuando una apuesta puede pasar que pierda -o que gane, porque apostar contiene las dos posibilidades. La que no contiene es abandonar el juego.

Cuentan que a Zambrano le gustaba cantar una trova de María Teresa Vera: Esta vez tocó perder.


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