Aún no repuestos de la publicación de "Animales feroces" (2020), Manuela Buriel repite en Aristas Martínez y presenta "Lo danzante", una utopía orgiástica de la Barcelona obrera.
Andreu Navarra
¿Qué eres, Manuela?
Manuela Buriel es una máscara. Si quieres, una máscara traslúcida. Una ficción blanda y espero que honesta, con la que señalar de manera explícita que las narraciones que manuscribo no me pertenecen, sino que son el resultado de una gran diversidad de agentes que atraviesan mi cuerpo. Eso sí, a diferencia de otros heterónimos que utilizo o he utilizado con anterioridad, la identidad ficticia Manuela Buriel comparte con mi otra identidad, la asignada de nacimiento, la gran mayoría de circunstancias. Hijo charnego de clase obrera, en un pueblo industrial del Baix Llobregat, educado en una masculinidad muy frágil que, ya de adulto, me ha permitido entregarme a la utopía queer y obedecer, por lo tanto, las indicaciones que Paul B. Preciado dictó en el segundo artículo de sus Principios de la sociedad contrasexual.
¿Cómo se te fue escribiendo "Lo danzante"?
"Lo danzante" fue escrito muy lentamente; aún más lento de lo que suelo funcionar en la escritura. Sin una planificación previa. Dejándome arrastrar. Escuchando las canciones que han sonado en la Avenida del Paral·lel desde su fundación: La Bella Dorita, Raquel Meller, la Niña de los Peines, Joe Crepúsculo, Extraperlo, Vaginoplastia, Elsa de Alfonso.
Siento que cada vez más escribo sobre todo para la gente que me acompaña de cerca y para mí mismo. Es posible que este libro tenga verdadero sentido para dos personas. Fue concebido como una invocación, y creo que el resultado final es fiel a aquel propósito. Aunque en sus páginas se refleje cien años de historia de una ciudad, o incluso de un país, sigue hablando de dos cuerpos. Ahora, queda la esperanza de que este íntimo sortilegio, por aquello de la universalidad del dolor, pueda resonar en otros cuerpos y les sirva también de alivio o, al menos, de agradable pasatiempo a unos pocos cientos de lectores más.
"Manuela Buriel es una máscara. Si quieres, una máscara traslúcida."
¿Por qué la consideras una novela lírica?
En una ocasión, Rubén Martín Giráldez me dijo que, para él, básicamente existían dos tipos de escrituras: las que procuran la invención de un lenguaje y las que apuestan por la invención de una trama. Con Colectivo juan de madre es muy probable que cuidáramos más el ámbito de la trama. En cambio, ya con la anterior novela "Animales Feroces", bajo la máscara solitaria de Manuela Buriel me surgió la necesidad de trabajar con más detalle el lenguaje, aspirar más a la emoción estética que a la del suspense sostenido. En "Lo danzante" creo que aún resulta más notoria esta intención poética. Siempre cuidando la sencillez y fluidez lectora, huyendo del barroquismo arisco. Pero, según yo entiendo esta breve novela, se trata de una suerte de río simbólico y lírico.
¿Dirías que tu relato es también social y expresionista?
Sin lugar a dudas, también lo es.
¿Has querido escribir una crónica de las Barcelonas más canallas y de sus fangos más esenciales?
Como antes te decía, lo que quise fue escribir una invocación íntima. Pero, es verdad que para hacerlo tomé ciertas realidades pasadas, presentes y futuras de la ciudad. Escogí Barcelona por el evidente motivo de que se trata de la ciudad dónde vivo desde hace dieciséis años, siempre junto a la Avenida del Paral·lel. Tras tanto tiempo, el lugar genera estratos en ti, te atraviesa, una historia no lineal de la urbe se le acaba a uno enredando en la cabeza. Por otro lado, la ciudad en la que vivo y que me interesa es la fangosa, la oliente, la que prende fuego. Se ha convertido en un tópico aquello de que poblaciones como Madrid, Barcelona o Londres (por citar tres ejemplos) han sido vencidas por el capital y se han convertido en simples comercios inhumanos. Diría que es una mirada interesante (por ser crítica) pero reduccionista y derrotada; sobre todo cuando surge de la boca de alguien como Javier Marías, ¿qué carajo sabe este hombre de Barcelona? ¿Cuánto hace que no baja más allá del Eixample? ¿Qué sabe él de las comunidades migrantes que se han afianzado en estos distritos, tan lejos de los suyos? Está claro que hay que buscar en otros barrios, transitar otros horarios, pero si uno está dispuesto a respirar lo nuevo, será capaz de hallar en la Barcelona presente toda la rabia, la alegría desbocada y la futuridad de 1909. Es ese latido transhistórico el que me pareció necesario trasladar a mi noveleta lírica.
"Según yo entiendo esta breve novela, se trata de una suerte de río simbólico y lírico."
¿Cómo definirías la "geomantia" que aparece en la página 15 de tu relato? ¿Tiene que ver con el "herético subsuelo barcelonés" del que hablas en la página 34?
Me gustaría confrontar ese nuevo uso del término “geomantia” con la más popular psicogeografia. De hecho, según mi propuesta, la “geomantia” urbanita podría denominarse también psicogeología, término que descubrí recientemente en el libro “Una geología de los medios”, de Parikka Jussi. Me parece mucho más interesante atender los materiales que los mapas (ya que, para empezar, los primeros incluyen a los segundos). Desde este punto de vista, sí que podríamos relacionarlo con la visión que citas del subsuelo barcelonés: en los estratos sobre los que se alza la ciudad, y en los que se excavan las vías del metro o algunos clubs musicales, se registra la historia de Barcelona.
¿Cuándo y cómo empezaste a interesarte por la huelga de La Canadenca?
No sabría especificarte el momento ni la manera. Pero desde hace mucho tiempo que me obsesiona aquel hecho histórico; supongo que debieron influirme las tres chimeneas de la vieja fábrica de La Canadenca que veo desde el balcón de mi casa. Son el monumento que yo adoro, son mi Sagrada Familia. La huelga de 1919 me parece un momento clave y pedagógico; nos recuerda que si la vida humana ha mejorado en algún sentido durante los dos últimos siglos, no ha sido por el capitalismo sino a pesar de él. Que si alguna vez se reguló en España la jornada laboral de 40 horas semanales, fue a costa de una guerra. Y que así seguirá siendo. Como en la más reciente huelga de los trabajadores de Movistar, en el 2015, movimiento que pude vivir muy de cerca gracias a que un buen amigo participaba de la misma. Los y las huelguistas, mientras ocupaban la tienda de Movistar de Plaza Catalunya reivindicando, entre otras justicias, la jornada de 8 horas laborales, eran plenamente conscientes del paralelismo de su lucha con la de la Canadenca; y, por ello, una de sus manifestaciones la arrancaron bajo las tres históricas chimeneas.
¿Has escrito una distopía o una utopía obrera? ¿La épica obrera empieza allí donde acaba la ciudad ordenada?
Me gustaría pensar que Lo danzante es una utopía obrera, sí. Mi esperanza más elevada para este libro y el anterior que escribí es que sirvan para ayudar a forjar nuevos imaginarios obreros, nuevos vínculos, nuevos parentescos de clase. Y, como dices, efectivamente considero que la higienización urbanita trabaja en contra de la emancipación obrera. En la presentación del Diccionari de la Barcelona Futura, a la que me invitaron como participante de la antología, me preguntaron acerca de cuál sería mi Barcelona utópica; entonces contesté, y aún lo considero así, que sería aquella donde el centro se volviera periferia, y no al revés. Supongo que se debe a que es de ahí de donde provengo, y hacia allí es donde quiero ir.
"La huelga de 1919 me parece un momento clave y pedagógico; nos recuerda que si la vida humana ha mejorado en algún sentido durante los dos últimos siglos, no ha sido por el capitalismo sino a pesar de él."
¿Qué son o quiénes son Trazo y Espiral, tus héroes?
Son dos personajes gestados mucho desde la intuición y las entrañas. Y esta pregunta, seguro, puede responderse de muchas maneras. Una de ellas: Trazo y Espiral pueden representar a aquellos seres que no protagonizamos la historia. Si son algo, diría que precisamente no son héroes. Son testigos, gozadores y padecedores de aquello que gente más valiente que ellos combate.
¿Te parece que digo una estupidez si afirmo que tu novela se parece a las novelas cortas de las colecciones populares de narrativa que tus propios huelguistas de 1919 compraban en los quioscos a una peseta?
No sé si lo veo así… Pero me parecería una auténtica maravilla.
¿Qué año te gusta más, 1909, 1919, 1959, 1979 o 2019?
De todos estos años, en los que se ambienta la historia de Lo danzante, me quedaré con el 2019 por ser el más reciente, y el 2029 por ser el fin de década más próximo. Lo cierto, además, es que en el año previo a la pandemia la ciudad se revolvía de una manera especial. Fue un bello año cuyo legado, interrumpido por la COVID, pronto ha de volver a estallar.
A veces tu nuevo libro me ha recordado a Valle-Inclán; otras, a Blasco Ibáñez y otras, las más, a Alejo Carpentier, también al Eduardo Mendoza de hace medio siglo...
¿Hay Realismo Mágico en "Lo danzante" o habitamos esta Barcelona poblada de gigantes tortugas e inmensas orgías regadas con vino menstruante?
En los últimos meses he creído entender que lo que escribo como Manuela Buriel podría etiquetarse como realismo místico. En cualquier caso, entiendo lo que dices respecto al realismo mágico latente en la novela. En el 2017 tuve la fortuna de pasar un par de semanas en Buenos Aires; con motivo de ese viaje recuperé los libros de literatura latinoamericana que había leído hacía años, y me adentré en otras muchas autoras (nuevas o clásicas) de aquella tradición. Manuel Puig, Copi, Mariana Enríquez, Rita Indiana, Ana Llurba, Armonía Somers, Samantha Schweblin, Gustavo Faverón, Alejandra Pizarnik, entre otras, me contagiaron esa manera más o menos alucinada de contemplar el mundo. Sin embargo, en realidad estoy más de acuerdo con la segunda parte de tu pregunta. Sí, vivimos en una Barcelona poblada de gigantes, tortugas, huelgas de riders, orgías psicodélicas, fiestas de amor, movimientos vecinales recuperando espacios públicos, parentescos multi-especie, cyborgs, drag kings, laboratorios transhackfeministas… Todo esto está pasando hoy y ahora; me veo obligado a narrarlo según sucede y lo vivo.
"Lo que escribo como Manuela Buriel podría etiquetarse como realismo místico."
Como escritor te has llamado Colectivo Juan de Madre o Manuela Buriel, ¿tomarás en el futuro nuevas identidades? ¿Serán antropomórficas?
A decir verdad, Colectivo forma parte de un proyecto conjunto, que aún no desapareció. Seguimos llevando a cabo proyectos de diversa índole (fanzines, colaboraciones artísticas, ensayos transmedia, una editorial dedicada a la literatura splatter-punk…).
En cierto momento, decidimos esculpir a Manuela Buriel, firma con la que ocuparse de los proyectos estrictamente unipersonales y literarios.
Seguro habrá nuevas identidades. De momento, ya se está gestando Los Valeros; dúo de terror extremo que planeamos formar junto a Riot Über Alles para transcribir nuestras más salvajes pesadillas.
¿Cuál es tu rumbo a partir de ahora, si es que sigues rumbos?
Mi intención, mientras utilice está fina máscara llamada Manuela Buriel, es seguir adentrándome en el camino de eso que bauticé como realismo místico. Ahora mismo, en este octubre del 2021, me interesa especialmente tirar de los hilos que enlazan la literatura mística española del siglo de Oro con la tradición sufí marroquí; tirar de esos hilos y tejer algo moderno con ellos.
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